Author image

Jorge Alberto Gudiño Hernández

29/10/2016 - 12:00 am

Escribir en primera

El narrador es la entidad abstracta que se encarga de dar cuenta del relato. Es sencillo hacer falsas asociaciones a partir de su idea. La primera, ya entrando en el terreno de lo literario, que el narrador y el autor son el mismo. Decir que quien escribe la obra es quien la cuenta suena cierto. […]

La elección de la voz narrativa es sólo una de las tantas elecciones que se deben tomar para poder llegar a un buen puerto en un relato. Imagen: Shutterstock
La elección de la voz narrativa es sólo una de las tantas elecciones que se deben tomar para poder llegar a un buen puerto en un relato. Imagen: Shutterstock

El narrador es la entidad abstracta que se encarga de dar cuenta del relato. Es sencillo hacer falsas asociaciones a partir de su idea. La primera, ya entrando en el terreno de lo literario, que el narrador y el autor son el mismo. Decir que quien escribe la obra es quien la cuenta suena cierto. No lo es. El autor decide emplear cierta estrategia textual que incluye a dicha voz narrativa. La posibilidad de separarse de esa voz es uno de los movimientos que enriquecen al relato.

La asociación anterior es producto de algo muy natural en lo narrado. La mayoría de los narradores son voces en tercera persona. Se narra desde afuera, desde lejos. Incluso cuando escucho a mi vecina contándome los chismes de la administradora, pronto noto que deja de ser importante quien enuncia. Ella, mi vecina, se apropia del resto de las personas y las convierte en personajes. En ese sentido, su yo desaparece.

Lo anterior no significa, por supuesto, que no existan los narradores en primera persona. Son abundantes aunque no son tantos (al menos dentro del universo de la novela) como los narradores en tercera. Mucho menos son los narradores en segunda. Ahora bien, estos narradores en primera también operan cierto artilugio que permite su existencia: el de escindir el yo. Suena tremendo pero es simple. El yo se divide en dos entidades diferentes: el yo narrador y el yo narrado. No son el mismo aunque parten de la misma conciencia. Esta separación permite algo interesante: narrar el yo como si fuera en tercera. El “como si” es la clave de la aseveración.

Si aceptamos la idea como válida, este “como si” asocia al narrador con el personaje de forma similar a como se asocia al narrador en tercera con el autor: de una manera falsa pero persistente. Incluso más en la primera persona. Aun cuando podamos aceptar las claras diferencias entre el yo narrador que cuenta, a los sesenta años, cómo sufrió por el ridículo que hizo cinco décadas atrás por una nimiedad en la primaria, nos sigue quedando claro que es la misma persona. No importa qué tanto medio siglo de vida lo haya transformado.

Todo lo anterior (que apenas es un resumen demasiado simplista sobre un particular entre los narradores) lo he escrito por una razón. Desde hace muchos años he impartido diferentes talleres de narrativa. Lo más común siempre ha sido que los talleristas presenten textos narrados en tercera persona, en pasado. Es lo más natural, insisto. Sin embargo, desde hace un par de años, he notado que la proporción cambia. A gran velocidad. Hoy en día, un altísimo porcentaje de los textos que me presentan están escritos en primera persona (salvo cuando existe alguna restricción que lo impida). Más aún, en muchos de ellos, se hace ver al autor como propietario de esa voz en primera que dará cuenta de algo más.

Aventuro, apenas, una hipótesis. Esta transformación sobre el sujeto de la enunciación se ha dado por causa de las redes sociales. Éstas son el espacio privilegiado del “yo”. Se cuenta en ellas lo que nos inquieta, comemos, preocupa, opinamos, bebemos, visitamos, reunimos, padecemos, denunciamos, asistimos y un montón más de verbos que nos incluyen como personas. En primera.

Ignoro si esta transición es para bien o para mal. La observo (y la leo) como alguien a quien siempre le ha encantado que le cuenten historias. Me da la impresión de que ahora participo de ellas de una forma diferente. Es extraño, cuando menos. Pese a ello, celebro el cambio en la medida en la que pueda ofrecer nuevas posibilidades. ¿Quién sabe? Tal vez algún día seamos capaces de clasificar una nueva clase de narrador, surgido en los inicios del siglo XXI.

Mientras eso sucede, o no, dejémoslo en claro: la elección de la voz narrativa es sólo una de las tantas elecciones que se deben tomar para poder llegar a un buen puerto en un relato.

Jorge Alberto Gudiño Hernández
Jorge Alberto Gudiño Hernández es escritor. Recientemente ha publicado la serie policiaca del excomandante Zuzunaga: “Tus dos muertos”, “Siete son tus razones” y “La velocidad de tu sombra”. Estas novelas se suman a “Los trenes nunca van hacia el este”, “Con amor, tu hija”, “Instrucciones para mudar un pueblo” y “Justo después del miedo”.

Los contenidos, expresiones u opiniones vertidos en este espacio son responsabilidad única de los autores, por lo que SinEmbargo.mx no se hace responsable de los mismos.

en Sinembargo al Aire

Opinión

Opinión en video

más leídas

más leídas